Silvia Coss

Silvia Coss immigrated to Los Angeles from Coahuila, Mexico, over 30 years ago. A single mother to two daughters born in the U.S., she has worked as a nanny and housekeeper. Silvia plays an active role in a KYCC community group, MUEC (Manos Unidos con Esperanza por la Comunidad — Uniting Hands with Hope for the Community), and became politically active during the pandemic, campaigning for local officials and providing resources and vaccination appointments for the community. She spoke candidly about the differences in eldercare in the U.S. and Mexico, reminisced nostalgically about rancho life as a young girl, and talked about her wishes for growing older independently.

Una visión de fé, prosperidad y saliendo adelante

Entrevista por Kimberly Espinosa

¿Cuál es su nombre y dónde se encuentra ahora?

Mi nombre es Silvia Coss y vivo en el centro de Los Ángeles.

¿Cómo le gusta ahí?

Me gusta. Está mejor y más tranquilo que como estaba antes. Ya no hay tanta delincuencia, y, pues, está bien. Está un poquito más seguro. Claro que siempre va a haber peligro, pero ahorita se siente un poquito más confortable caminar en la noche.

¿Cuánto tiempo lleva viviendo ahí?

Ya llevo diez años en este edificio.

¿Vivía en otro lugar antes? ¿Dónde era?

Vivía aquí en la Sunset, bien cerquita del Echo Park, y en 1992, vivía por la tercera y Vermont, ahí dónde ahora está la YMCA. 

¿Cuál es su lugar de origen?

Yo soy de Saltillo, Coahuila, México

¿Hace como cuántos años inmigró al país?

Treinta años atrás.

¿Y su primer lugar de llegada era aquí en
Los Ángeles?

Sí, toda la vida aquí en Los Ángeles.

¿Cuál fue el primer vecindario [en Los Ángeles] en el que usted estuvo?

Siempre ha sido este vecindario aquí en Koreatown o Hollywood. La mayoría de los residentes en el edificio en donde vivo son coreanos. 

¿Usted tenía familiares aquí?

El papá de mis hijas y yo nos casamos en México, y nos venimos para acá. Nacieron mis hijas en Los Ángeles. Ahora, nada más quedamos mis hijas y yo porque su papá se regresó a México.

¿Y cuál es su conexión a Koreatown? 

Este año, he estado viendo un gran cambio de mucho beneficio tanto para Koreatown como también para sus residentes. He estado viendo un gran cambio de mucha prosperidad y mucho beneficio para latinos, coreanos, caucásicos, afrodescendientes, y cualquier otra persona
de cualquier nacionalidad. Con la pandemia de 2020, estábamos en una situación tan crítica. 

En este edificio, somos todos de diferentes nacionalidades. Estamos tan unidos y tan fuertes ayudándonos. Si no hubiéramos estado tan unidos durante la pandemia, real- mente hubiera sido algo muy fuerte de económico, de salud, de comida. Por ejemplo, se cesó el trabajo en 2020,
y, sin embargo, siempre hubo comida. Decían en Koreatown ‘en tal lugar, va a haber comida.’ Y nos dicen hasta el día de hoy. Incluso estuvieron dando pavos en
la YMCA de aquí de la tercera y Western. Hemos visto muchísima ayuda, muchísima ayuda. Se ha visto muchí- sima unidad, más que nada.

¿Y usted cree que siempre ha existido esa unidad durante los años?

Es algo más reciente porque en realidad ahorita valoramos más lo que tenemos. No simplemente somos máquinas trabajando, sino que ahora podemos darnos cuenta de que somos seres humanos. O sea, lo digo por mí, porque en los 30 años que tengo en este país, el 2020, yo pude estar en este departamento por un mes sin trabajar. 

Yo, en los 30 años, jamás había dejado de trabajar. ¡Jamás! En 2020, no nos quedó otra más que dejar de trabajar. La verdad que yo jamás había disfrutado este departamento que pago cada mes, porque estoy rentando. Pero nunca lo había disfrutado cómo lo disfruté ese mes completo que estuve sin trabajar. Entonces pude valorar tantas cosas. 

Ahora tengo un trabajo bueno y conozco a más gente. Estoy más involucrada en la comunidad y estoy muy interesada en estar sirviendo a las personas necesitadas, ya sea que tenga dinero, ya sea no tenga dinero. Todos necesitamos de todos. He estado viendo cómo estas organizaciones como el KYCC se están extendiendo para la comunidad, para que seamos diferentes.

Algunos dicen que las estadísticas de los niños de 0 a 5 años nos indican que están muy bien dotados mentalmente en cuestión de la educación de la escuela. Están aprendiendo en la escuela. Antes se batallaba por los problemas que tal vez había en el hogar, en la comunidad, en el vecindario, o así. Ahorita todos ustedes jóvenes que están estudiando, siguen algunos en línea y hay otros que ya entraron a las escuelas. Se pudo ver un esfuerzo tanto en los jóvenes como en los niños, en los adultos como en los padres.

Nos unimos para que pudieran estos niños y jóvenes universitarios entender estar en una computadora. Los jóvenes de universidades también batallaban y decían “es que no entiendo, no entiendo.” Pero poco a poco empezaron a aprender a estar en la tecnología y no sola- mente estar en una silla o en un banco de un salón de escuela. Ya pueden usar la tecnología, sea en la escuela,
en la casa o en cualquier lugar donde estén.

Ahorita, este 2021, lo siento muy productivo y avanzado. Nos está haciendo unidos para que nos ayudemos unos a los otros. Soy parte del grupo MUEC (Manos Unidas con Esperanza por la Comunidad), que es parte del KYCC. 

Yo soy representante de este grupo, MUEC, y me siento muy satisfecha porque estoy compartiendo recursos válidos para la comunidad. La gente me habla porque dejamos un mensaje y decimos “Si necesitas ayuda, por favor háblanos. Este es el número. Estamos para servirte.” Y me hablan las personas y me dicen, ‘Oye, me encantó este recurso que están compartiendo. ¿Cómo lo puedo hacer? ¿Me podrías ayudar?’ Y yo, ¡Guau!, qué bonito poder ayudar. Me está hablando para poderle ayudar. Yo pienso que 2021 ha sido un año muy bueno, muy próspero y sobre todo muy unido. Es así como yo lo he podido ver. 

¡Qué alegría, que alegría! Me identifico con eso después de escucharla hablar sobre su experiencia. Mi mamá también ha estado muy involucrada. Desafortunadamente, han pasado cosas que en verdad … pues, han sido una barrera, pero sí la han distanciado un poco de lo que hacía antes. Pero escucharla a usted me da motivación y me da mucha alegría que la comunidad ha estado ahí para usted, al igual que para muchos de nosotros. Y me gustaría saber más sobre cómo fue que usted se involu- cró, porque se escucha muy dedicada a su trabajo y me da mucha alegría por eso.

Yo no trabajé en fábricas porque en una fábrica se requiere un horario. Yo soy madre soltera. El papá de mis hijas y yo nos casamos en México, y nos vinimos a los Estados Unidos en 1992. En marzo de 1992, llegamos aquí a Los Ángeles, aquí al área Koreatown. Todos hemos estado aquí siempre. Decidimos venir solamente por un año, porque la economía en México estaba bien baja. 

Entonces dijo el papá de mis hijas, dijo, ‘Tenemos visa de turista. Trabajamos bien duro por un año, los dos. Nos regresamos, compramos una casa ya tranquilos, ¿no?’ Nos venimos y empezamos a trabajar y pasó un año, pasaron 30, y entonces el papá de mis hijas, pues, él, desafortunadamente, agarró otro camino y abandonó a mis hijas y a mí. No tenemos familia aquí en este país. Solamente mis hijas y yo estamos en este país. El papá de mis hijas prefirió regresar a México para no pagarme el child support. Decidió mejor eso y pues bueno, fue su decisión. Puse allá él. Entonces empecé a trabajar.

Yo no pude hablar en inglés y yo no tenía ninguna carrera, entonces estaba muy limitada. Empecé a trabajar — limpiando casas — con mucho orgullo. Es un trabajo muy honroso y, sobre todo, muy bien pagado. Bueno, no siempre porque tengo conocidas que, desafortunadamente, han batallado para que se les pague un buen trabajo como housekeeper. Yo todo el tiempo trabajé así porque me daba la oportunidad de que si me necesitaban en la escuela, yo ya no más pedía permiso con mis patronas, y me daban chanza.

Así pasaron los años. Saqué a mis hijas, pagué renta, pagué carros, y pagué la gasolina. Me aseguré de todo lo que se tenía que pagar en este país porque mucha gente decimos, “Vamos a los Estados Unidos,” como que si aquí se va a venir a agarrar el dinero. Y ahora aquí no se viene a agarrar el dinero. Se viene a barrer las casas y las oficinas, y luego ese dinerito se tiene que pagar para la renta, porque si no pagas la renta, te echan para afuera. De eso no nos damos cuenta cuando vivimos en nuestros países. Simplemente, estamos con la ilusión de llegar a los Estados Unidos a agarrar mucho dinero. Entonces trabajé todo el tiempo. He trabajado limpiando casas y cuidando niños también porque ya después me decían ‘Oye, Silvia, fíjate que tal persona necesita una persona, pero no de limpieza, sino
de cuidar niños.’

“Sí”, le dije. “Pues vamos. ¡Aprendamos!” En el 2020, yo estaba como nanny, cuidando a un niño cuando se vino lo de la pandemia. Estaba también trabajando de housekeeper porque mis trabajos no solamente eran una sola persona; sino que trabajaba en varias casas. Entonces se viene la pandemia, y me dice la mamá del niño, ‘¿Sabes que Silvia? Lo siento, pero mi esposo y yo estamos aquí en la casa, y pues ahorita no nos queremos que vengas, y te vamos a estar dando una cierta cantidad de dinero para que te ayude, aunque sea por uno o dos meses. No sabemos cuánto va a durar esto.’ “Sí, está muy bien,” dije yo. Así quedó.

La otra señora que estaba también cuidando, pues, ya que no tampoco por lo mismo. Empezó a bajarse el trabajo completamente. Todo ese mes duré sin trabajo, salvo nada más con dos patronas, una es italiana y otra es judía, y vivían en el mismo edificio. Entonces hazte cuenta de que a las dos les hablo en el mismo día a sus departamentos, en la mañana iba con una en la mañana y en la tarde me pasaba con la otra porque era en el mismo edificio.

Hasta la fecha, ellas no me suspendieron, gracias a Dios. Pero no tenía dinero porque el dinero que me daban se iba a pagar la renta. Le hablé a una persona que conocía, y en ese curso y le dije, “Oye mujer, ando bien fregada.” Le dije “Necesito trabajo.” Ella dijo, ‘Mira, hay un trabajo bien bueno, pero no quiero que me vayas a quedar mal.’ “No, dime de qué se trata,” le dije. Ella responde, ‘De estar haciendo llamadas.’ Era tiempo de elecciones. Entonces yo tenía que hacer llamadas para el alcalde. Era para todo esto de la política [local]  — no de los presidentes. También se iba a hacer el cambio de presidente. Pues, estaba haciendo llamadas, y me encantaba. Le estaba hablando a todas las personas que podían votar.

Yo les decía, por ejemplo, de George Gascón, que es ahorita el [fiscal de distrito]. Yo les empezaba a hablar y les decía lo que nos decían que teníamos que decir. Yo le hablé a las personas que podían votar para poderlos animar y decirles porque era bueno votar por estas personas. Me empecé a involucrar ahí.

Se terminan las elecciones en noviembre de 2020. El evento se terminó el día 3 de noviembre. Después me hablan de otra organización, y me dicen, ‘Silvia, fíate, necesitamos personas para que vayan a tocar puertas, para hacer citas para las per- sonas que se van a estar vacunando.’ Hasta ahora, trabajo en eso, tocando puertas y haciendo citas. Más que nada, estamos en el sur centro de Los Ángeles. Ahorita estamos haciendo citas para los boosters, también [las vacunas] para los niños de cinco años y adelante. Entonces ahí es que todo se va haciendo como una cadenita. Como en esta organi- zación, dieron unas tarjetas de dinero, y los teníamos que ir a recogerlas. Conocí a una señora y empezamos a platicar. Ella se llama Alejandra, y dice ‘Oiga, la podría meter a una organización donde estamos mandando muchos recursos para aquellas personas que necesitan.’ “Claro que sí. Con gusto,” le dije. Le di mi nombre y mi número de teléfono, y todo. Me agregó a ese grupo el que te digo, MUEC, en enero 2021. Y, pues, bien bonito. Empiezo a conocer a Deisy Gutiérrez, que está involucrada en KYCC. Ella empezó a entrenarnos. Es una mujer súper profesional.

Le gusta que aprendamos, no solamente que estemos de oidores. No, no, no. A ella le gusta que aprendamos. Empecé a involucrarme con ellas, y en junio,  Daisy y otras personas de ahí de la organización del KYCC me hacen una entrevista. Me dice, ‘Sí nos gustas. Nos interesa que tú seas representante del grupo.’ Desde el mes de junio de 2021, yo estoy como representante. Es así como se empezó a dar todo. Después de que venía de ser housekeeper, después de ser nanny, y de ser caregiver también. Ahora que ando en la comunidad, me siento súper feliz porque puedo ayudar. Me siento satisfecha de cuando llego y toco las puertas, y cuando me abren y les digo, “Miren, yo les puedo ayudar a hacer una cita para que ustedes vayan a ponerse la vacuna.”

A veces nosotros, los seres humanos, necesitamos motivación de los demás porque a veces decimos, “No, yo estoy bien. Todos van a estar bien,” y no es cierto. Todos necesitamos de todos. Ayer, eran las nueve de la noche, y ya estaba viendo televisión, y me habló una persona y me dijo, ‘Oiga, disculpe, me dieron su número de teléfono. Yo necesito una cita. Yo me quiero vacunar.’ Y yo, “¡Con gusto! Ahorita se lo doy.”  ‘Oiga, ¿pero no será muy tarde?’ “Nombre, para nada. No se preocupe. Ahorita yo le hago la cita. Ya le hice la cita, y va a estar yendo este sábado a ponerse su vacuna.” Ella está feliz porque le llegó todo a su celular. Esas son unas satisfacciones que digo, ¡Guau! Satisfacción porque estoy ayudando; es una cadenita que se va extendiendo. Déjame decirte, la persona con la que le hice la cita ayer, la conocía de cuando yo hice el entrenamiento para promotoras. Ella dijo, ‘Oye, nombre, hay bastante trabajo en misión y compromiso.’

Ella trabaja en misión y compromiso. Dice, ‘Sí. Hay mucho trabajo.’ Y digo, “Oye, ¿pero tú no habías podido hacer la cita?” Dice, ‘Trabajo tanto que ni había podido ni ponerme la vacuna y ni nada .Nunca me imaginé que tú me ibas a hacer la cita.’ Me dije, ¡Guau! Ayer podría decir, es que todo es de la comunidad. Cuando te estás involucrando en la comunidad, empiezas  —  o sea, todo empieza cuando co- nectas, conectas, conectas, conectas. Quiero decir que también nos llevaron a otra campaña donde estuvo el gobernador de California, Gavin Newsom. Y ahí yo dije, “¿Cómo que está el gobernador aquí?” Se tomó fotografías con nosotros. ¡Yo tengo una fotografía con el gobernador y todo! Entonces la cuestión es decir que yo salgo. Yo ahorita yo he podido ver que no es solamente lo tuyo nada más. No, hay mucho. Hay muchísimo. Por eso, yo te digo que he podido conocer al KYCC, y estoy involucrada mucho con el KYCC y con los grupos que salen de ahí, incluyendo el grupo en el que estoy. Estamos muy agradecidas porque nos habían dicho que solamente hasta diciembre íbamos a estar, pero ya se extendió el contrato, se extendió el contrato y va a ser medio año más, así que pues vamos a salir adelante y vamos a estar aprendiendo.

Estoy aprendiendo cómo poder estar ahorrando, que sí me está ayudando mucho. Yo no podía ahorrar porque lo que yo gano, yo lo tengo que pagar. Yo no soy una persona que gasto a lo loco. Pero, mis prioridades, las tengo que pagar: la luz, las facturas, la renta, el carro, etc. Era imposible para mí ahorrar. El KYCC me invitó a entrar a este programa sobre cómo ahorrar dinero. ¡Guau! ¡Ahorita tengo mi dinerito! Estoy nuevamente porque hay varios programas para ahorrar, y me dicen que sí puedo participar.  Les pregunté, “Oye, ¿también mi hija puede participar? Sí, sí, es mayor de edad.” Y pues, también ella participa. Estoy ahí beneficiándome de ese programa. Oye, ahorras doscientos dólares, y luego te dan otros doscientos. Pues bien, a gusto, ¿sí? Y luego de ahí te dicen, ‘Bueno, mira, si sigues ahorrando cuatrocientos dólares se te va a dar 100 dólares.’

¡Órale, pues está bueno! Terminas de ahorrar los 400 cuando te están diciendo, ‘Ahorras otros 400, otros 100 dólares’ ¡Huy! Te están motivando sin querer queriendo, te están haciendo ver de que sí se puede ahorrar. ¡Que sí se puede ahorrar! Con mucho sacrificio y esfuerzo, pero sí se puede ahorrar. He estado viendo mucho beneficio. Yo he estado viendo muchísimo beneficio. 2022 viene con mayor esfuerzo y mayor fuerza. 

Ahorita hay demasiado trabajo. Lo que queremos es saber si se puede luchar para que se pague más, porque hay mucho trabajo, sí, pero un muy poco sueldo y las rentas están en el cielo. Con 50 dólares, me regresaba con un poquito de cambio para ir a comprar comida comida para venir a hacer aquí en la casa, del mercado. Llevaba 50 dólares, y yo todavía regresaba con cambio. Ahorita llevo 100 dólares más. La realidad es que sí se necesita ser bien pagado para que se pueda pagar estas inmensidades de rentas que están en California. Dicen, ‘Bueno ¿quieres pagar el precio de estar en el estado dorado?’

No tiene que ver con eso. Simplemente si yo me quiero ir a otro estado, ¿quién va a poder venir a pagar una renta tan alta con un sueldo tan bajo? Nadie. Nadie va a poder. Simplemente en un departamento, se tiene que vivir como varias familias juntas para poder pagar la renta. Ahora, aquí en todo esta área de Koreatown, en todo esto del centro de Los Ángeles, aquí ya no permiten que vivan muchas personas. Dicen, ‘Lo siento, señora. Pueden venir tantas personas en un apartamento de una recámara solamente tanta cantidad de personas.’ Entonces dices, “¿Pues a dónde me voy? Pues me voy fuera.” Y eso es lo que no se han puesto a ver los dueños de estos edificios. ¿Quién les va a trabajar? Nosotros somos los únicos tenemos trabajos que son muy pesados. Pero lo bueno es que vienen los de la caravana. Pobrecitos, Dios los bendiga. Ahí los traen por México,  y que Dios los bendiga. Sinceramente, yo pido por ellos, porque si yo estoy aquí, ellos también quieren estar aquí, ¿y por qué no ellos también? Claro que sí. Hay para todos, pero que Dios los bendiga en el camino, porque ellos se me figuran como las tortuguitas cuando salen. Si logran llegar al mar ya lo hicieron, pero si no, entonces ya quedaron.

Es como esta gente que viene de México. Si logran pasar México y llegan a los Estado Unidos, pues y lo hicieron. Pero si no, que Dios los bendiga. Y me da tristeza porque todo el mundo dice que los mexicanos son malos. Yo no soy mala. Yo oro por todos ellos. Yo pido a Dios que los traiga con bien y que los pasen porque me pongo a pensar, ¿Por que yo voy a ser egoísta si yo también soy un emigrante? Yo también me vine a este país con una mirada de fé, de prosperidad, de salir adelante. Entonces ellos también vienen con esta misma visión, así que lo único que me queda es pedirle por ellos. Esta es la historia. Y como ahorita yo veo diferente y como yo me pude involucrar en la comuni- dad, cosa que antes lo hacía pero no al cien por ciento como estoy ahorita, entonces siento que esto de la pandemia sí ha sido muy triste, ha sido muy frustrante porque la realidad para mí también ha sido muy frustrante. Entré en un momento de depresión porque yo dije. “¿Qué va a pasar?” Pero ya después dije, “No, la depresión no es para mí, porque si me meto una depresión, ¿quién me va a mantener? ¿Quién me va a pagar la renta? ¿Quién me va a pagar las facturas? Nadie.”

Tengo mis dos hijas, la mayor quien ya está casada, trabajando, y viviendo en Oregon con su esposo; y mi hija menor, la que está conmigo, pues, ella todavía está en la escuela. Trabaja en el Starbucks, pero no gana el dineral que se tiene que ganar para pagar todo lo que se tiene que pagar. Entonces dije, “No. Definitivamente que este lujo no es para mí.” Y fue cuando dije, “Pos échale. Salte.” Y ahí fue donde empecé a estar involucrada con todo, con todo esto de la comunidad, y me quiero involucrar aún más. Y la verdad es que no había visto más allá de lo que yo quería ver. Pero hay un mundo muy grande si queremos salir del mundito chiquito que era en el que yo estaba —  o mejor dicho, yo estaba en un mundito. Así lo creía yo. Pero no, no, no, no. Hay mucho, y hay mucho por quedar. Por ayudar y también recibir de verdad. Es así como me pude involucrar con la comunidad, cómo conocí a KYCC, como estoy ahorita de voluntaria también con el grupo MUEC, que soy representante, y pues, aquí, ayudando a la comunidad, involucrándome cada vez más.

Sí, escucho que tiene muchas cosas en las que que está involucrada acá en los Estados Unidos. ¿Se le ha ocurrido quizás un día regresar a México a visitar a familiares, o quizás no esté en sus planes y quisiera estar unos años más acá? ¿Qué piensa usted de eso?

Mira, el papá de mis hijas y yo dijimos que solamente íbamos a venir un año para trabajar bien fuerte y ganar dinero; a ahorrarlo y llevarlo para México y hacer una casita y vivir tranquilos. Nunca me imaginé que yo me iba a quedar aquí 30 años. Jamás, jamás, jamás. Mi mentalidad no era para quedarme 30 años, pero pues, las circunstancias nos hicieron quedarnos acá. ¿Por qué? Porque la situación económica en México estaba completamente fuertísima, de gente mala, completamente mal. Al principio, quería regresar a México porque lloraba. Como dice la canción, “Aunque la jaula sea de oro, nunca deja de ser prisión.” Y no es que sea una prisión los Estados Unidos. No, simplemente que en México, yo soy del rancho dónde mis hermanos y yo andábamos descalzos en la tierra ardiente. Y no sentíamos aquella tierra tan caliente; porque pues éramos felices. Corríamos y todo. Y si había una torti- llita con unos frijolitos, ¡gracias a Dios! Y si había una tortillita solamente con mantequilla y salsita, ¡pues gracias a Dios! Yo extrañaba todo eso. Yo decía, “¡Estados Unidos, Estados Unidos!” Pero ya cuando llegas acá, ves que es fuerte. Cuando llegas por primera vez, para mí, era fuerte. Los Estados Unidos, y luego sobre todo, Los Ángeles. Porque no es como si llegaste a un pueblito como en Texas porque de donde yo soy, estamos casi en la frontera de Texas, de San Antonio, Texas, y Laredo, Texas.

No llegamos a un ranchito ni a un pueblito. Llegamos a una ciudad, y a una ciudad grandota. Yo siempre quería regresar, pero me ponía a pensar en la meta que traíamos, y eso me hacía que que yo no sintiera ese gran deseo de regresarme para mi país. Pasó el año, y nos quedamos otro año. Ese año duró todo llorando, tristeza, soledad, porque sí podíamos regresar pero no teníamos por qué hacerlo. Entonces nos quedamos otro año, y pues así se quedó. Y después aquel llorar, aquella tristeza, aquella nostalgia. En aquellos años, me entraba mucha nostalgia. Durante las temporadas de Navidad, porque allá en México todos están quebrando piñatas, los ponches bien ricos y los tamales. O sea, todo lo tradicional mexicano, y acá no. Acá, o sea, haces las mismas comidas y todo.

Pero no es lo mismo. No es lo mismo. O sea, sí te puedes juntar con los amigos y nos juntamos en Navidad. Llevamos los regalos, comemos bien y yo lo disfruto mucho. Antes, lo disfrutaba pero con dolor porque quería estar en México y ahorita no, ahorita lo disfruto al 100 por ciento. Si me preguntaras, ¿te gustaría regresar a México a visitar a mi familia? Con gusto, ir a visitar México con gusto, pero ya para vivir allá no, ya no. Tengo más años en este país que los que viví en México. Entonces me siento muy agradecida con este país. Muy agradecida. Da muchas bendiciones al que quiere, porque hay muchas personas que no están a gusto. Les digo que si no te sientes a gusto y este país no te está dando, ¿qué estás haciendo? No tiene caso que estés en un lugar donde te sientes frustrado o desanimado y yo al contrario, estoy muy agradecida en este país por todo lo que me ha dado, me está dando, y me va a seguir dando. Y a aquellos que quieren, también da tantas oportunidades. Por ejemplo, una de ellas es la edu- cación, la educación de los niños. Yo me acuerdo cuando yo era niña, mi madre nos daba de comer en la mañana para podernos ir con algo en el estómago para ir a la escuela, y si no, pues ni modo, nos aguantábamos.

Éramos felices jugando ahí en la escuelita, pero acá no. Acá, uno no quiere hacerles comer. No importa. Llegan a la escuela y allá les dan de comer  —  su almuercito que dicen que está bien feo. Pero gracias a Dios te dan. En nuestros países, allá no te dan ni siquiera un café y eso da tristeza, porque nuestros países son países muy ricos, muy ricos. Pero el gobierno no quiere. Entonces yo estoy muy agrade- cida con este país. Muy agradecida, y, por como estoy agradecida, pues también quiero demostrarlo. Claro que he dado mucho, 30 años trabajando en este país, pagando renta, pagando carros acá, aseguranza, comidas, y ropa. O sea, he sido una persona que ha contribuido mucho económicamente para este país. Muchísimo, muchísimo. Desde que llegué. Así que estoy muy, muy agradecida, muy contenta y yo sé que he tenido problemas, por ejemplo, el papá de mis hijas; desafortunadamente, él se fue con otra mujer. Pero antes de eso vivimos una vida muy triste, mucha violencia doméstica y muchos pro- blemas. Pues un día él decidió irse, y como dijo mi madre, ‘No te quitaron un nopal, te quitaron una nopalera.’

Me dolió mucho porque mis hijas siempre quisieron tener a su padre con ellas. Yo, después de ahí, dije que yo no quiero tener otra relación tóxica como la que tuve, y me dediqué a cuidar al 100 por ciento a ellas y a protegerlas para que ellas también salieran adelante. Y gracias a Dios respondieron. Yo les dije, “Este es tu país, ustedes nacieron aquí. Saben el español muy bien, saben el inglés muy bien, y tienen su ciudadanía ¡Échale ganas!” Y sí respondieron. Sí, respondieron los dos hijos que tuve en este país, así que pues estoy muy agradecida, muy agradecida. El día de mañana, mis planes no son regresarme a vivir a México, y no sé cuáles sean los planes del que dirige este planeta. No lo sé. Cuáles son los planes que tiene para mí, pero los que él tenga para mí, son lo mejor. Pero para ir a visitar a México. Sí, claro que sí. Sí, voy, los visito y así. Pero para vivirlo, no.

¿Tiene una anécdota o memoria personal que que quizás haya tenido acá en, ya sea en Koreatown o en Los Ángeles que quizás le recuerde de cómo era en México —  cómo era crecer allá?

Mira, yo estoy muy contenta con Los Ángeles. Los Ángeles realmente es una ciudad de latinos en el sentido de que no puedes extrañar algo de tu país. Claro que las comidas son diferentes cuando uno va para sus países. Oye, te comes
un taco en México, y vienes y te lo comes aquí es diferente. Pero es lo mismo. O sea, pues dices, “Bueno, déjame ir a comer hoy tacos.” O sea, lo disfrutas en México, pero lo disfrutas aquí también. Entonces, no sentí tan fuerte el cambio de México a aquí porque, en Los Ángeles, hay muchos latinos y hablamos el español. O sea, nosotros no estamos batallando como otras nacionalidades que llegan; ellos tienen que batallar simplemente porque no hay demasiada gente que está hablando su lengua. En cambio, nosotros los latinos somos muchísimos aquí en Los Ángeles. Así que me recuerda aquí Los Ángeles de cómo he crecido en mi país. Por ejemplo, están los los molcajetes, como para hacer la salsa ahí en el rancho. Antes con molcajetito y con la leñita al lado porque era caro el tanque de gas y también con las lamparitas no las lamparitas de esos de las que tenemos acá bien poderosas —  sino las de gas para poder alumbrar en la noche.

Cuando voy a la placita Olvera y veo ahí el molcajetito, lo compré y aquí lo tengo. A veces hago mis salsas en el molcajete. Eso me recuerda al rancho y que lo puedo estar viviendo aquí también. No igual porque no va a ser igual, pero sí, tengo recuerdos. Tengo esa experiencia de la que vivía allá en el rancho. La puedo vivir aquí también. Simplemente compré el molcajete, y pues ya pude hacer la salsa. No puedo hacerlo en la leña porque, pues, aquí en el edificio donde vivo, es estufa de gas. Esas son las experiencias. Por ejemplo, las experiencias bien bonitas que yo viví fueron con mis hijas. Yo las vestía el día del grito de independencia, que es el 15 de septiembre. Las escuelas nos pedían que lleváramos vestidos a los niños, a las hijas y a los hijos de nuestros países, y pues yo me iba a la placita Olvera, compraba los vestiditos y todo, y ahí las llevaban las chiquillas. También me acordaba de cuando yo era niña, que también nos llevaban vestiditos así. Me recuerda mucho. No, no he sentido un cambio drástico porque Los Ángeles es una ciudad de muchos latinos.

¿Qué piensa sobre el cuidado de los mayores en los Estados Unidos o en México?

Mira, voy a hablar primero de mi país, que es México. La realidad es que los que tienen dinero en México van a poder contratar a una persona para que los cuide. La ventaja que se tiene en México, Centroamérica, Latino América mejor dicho, lo que se tiene allá es que no solamente es que ya se hicieron ancianos y ya son unos estorbos, y vamos y los dejamos en un asilo de ancianos o así abandonados. Al contrario, están al pendiente de ellos. Claro que sí, se siente un compromiso fuerte porque se tiene que trabajar también en México y tienen que dejar a los ancianos solitos. Por eso digo que las personas que tienen dinero en México pueden seguir trabajando y pagando a una persona. Aquí, lo que hacemos es que cuando los padres ya se hacen ancianos, desafortunadamente nunca tuvieron un trabajo para que les dieran una pensión. Pues, los hijos somos los que tenemos que tomar ese papel. Ya que pues ellos nos dieron todo, nos enseñaron y todo. Pues ahora nos toca a nosotros, y se les da una atención en su casa, en sus comidas en México, en los países latinoamericanos. Aquí en los Estados Unidos hay muchísimas ventajas y desventajas. Una desventaja: las personas que no tienen papeles. ¿Quién las cuida? Pues hasta hoy solamente los familiares. Y ventajas: las personas que tienen papeles están recibiendo una pensión; están recibiendo ayuda. Si necesitan una persona que les ayude, se les proporciona eso.

Claro que fue por medio de su trabajo, de su esfuerzo, y sobre todo pagando los impuestos que ellos están proveyendo de ese beneficio. Entonces yo por eso veo muy diferente el país [México], los países latinoamericanos, a los Estados Unidos. En los países latinoamericanos, ¿como lo hacen para su vejez?

Entonces eso es lo que pasa en en Latinoamérica. Se batalla cuando ya las personas se hacen ancianos y no hay el dinero para poderlos mantener. Se sufre toda la familia, toda la gente. Hay sufrimiento. Aquí en los Estados Unidos, yo he podido conocer personas que no tienen papeles, y sin embargo llegaron a ser ancianos y hay programas de cómo se les puede ayudar en lo máximo que se pueda. Y por eso hay una gran ventaja aquí, porque acá también, los hijos crecen, los hijos se independizan. La realidad es que los hijos aquí en los Estados Unidos son contados  —  contados —  los que van a estar teniendo a sus familiares viviendo con la persona. Igualmente, lo que menos quieren los ancianos es estar molestando a las demás personas, mucho menos a los hijos o a las familias. Esa es una gran diferencia entre los Estados Unidos y Latinoamérica.

¿Recuerda cómo sus padres cuidaron de sus abuelos?

Sí. Por el lado de mi mamá, yo no conocí a mi abuelito porque él ya había muerto. Él sí me conoció, pero yo no me acuerdo. Entonces quedó mi abuelita —  la mamá de mi mamá. Y pues, era una mujer súper fuerte, luchadora, y todo. Llegó a la edad donde los huesos y la edad te dice ya no puedo. Y pues, hazte cuenta de que mi mamá, mis tías, y mi tío siempre estaban pendiente de nosotros. Mi madre nos enseñó a respetar mucho a mis abuelitos, de parte de mi mamá como de parte de mi papá. Los abuelitos del lado de mi papá, yo sí los conocí; pude convivir con ellos y todo. Con mi abuelita de parte de mi mamá, con ella conviví mucho también todo. Y la realidad que cuando ella se hizo viejita mi abuelita de parte de mi mamá pues sí la teníamos que cuidar hazte cuenta y luego se cayó y se quebró su su cadera, pues le tuvieron que poner una prótesis y la cuidábamos y la queríamos, le dábamos de comer y todo. Te quiero decir que no vivió con mi madre, vivió solamente con mi tío.

Él se quedó soltero mientras que todos los demás hijos se casaron e hicieron sus vidas. Pero todos, hasta los nietos, bien al pendiente de mi abuelita. Nos enseñaron a estar al pendiente de ella, de cuidarla, de protegerla, y de que no le faltara nada. Ella fue esposa de un hombre que él era el que trabajaba. Ella nunca trabajó. Ella trabajó bastante en la casa, criando a sus hijos, dándoles un buen ejemplo, limpiando su casa, y dándoles de comer a los chiquillos y al esposo, porque en aquel entonces, no era nada más de ir a agarrar un sanguchito y comértelo. No, eran comidas en grande. De parte de mi papá, también mi abuelita ella siempre bien cariñosa y bien atenta con nosotros. Cuando se hizo viejita, también todos la íbamos y la cuidábamos. Ella también vivía con otras tías que se quedaron solteras.Pero todos los demás hijos se casaron, porque aparte de mi papá fueron 10 hijos los que tuvo mi abuelita.

A ella la pudimos cuidar porque mi abuelito, de parte de mi papá, él no nos dio la oportunidad de cuidarlo de viejito. El murió de un ataque al corazón, y no nos dio la oportunidad de cuidarlo. Pero gracias a Dios nos dio un muy bonito ejemplo. Nos enseñó, sobre todo, a valorar y a respetar la vida y a los que existimos en esta vida. Y eso es una gran bendición. Mis abuelitos —  todos los de mi papá y de mi mamá ya murieron. Pero dejaron un legado bien grande. Eso es lo que tengo que dejar yo, no solamente para mis hijas, sino para la gente que me conoce, porque es muy bonito que me digan, ‘Guau, mira, es una persona que ayuda. Es una persona con la que puedes confiar,’ y puedes ver cómo se les puede ayudar, animar, motivar todo eso.

¿Cuáles fueron unas memorias que usted tiene de ellos que le ha contado a sus hijas?

Tengo muchas memorias muy bonitas de parte de mi abuelita, la de mi mamá. Ella era bien, bien viva. A ella le gustaba tejer, a mi viejita. Le encantaba siempre tener su casa bien limpia, hazte cuenta. Le gustaba cocinar mucho y estar con todos porque ella tuvo seis hijos. Todos estábamos ahí los fines de semana o como podíamos. Todo eso nos enseñó mi abuelita de parte de mi mamá, a ser unidos y a tener ese cariño. Claro, somos seres humanos y nos vamos a pelear porque eso es normal. Y de parte de mi papá, convivimos porqué mi abuelita vivía en un pueblo cerca de la ciudad, pero no tan cerca. Nosotros crecimos en el rancho de parte de mi papá. Mi abuelito de parte de mi papá, yo sí lo conocí. A mi otro abuelito —  no, no lo recuerdo. Él murió cuando yo era chiquita. Entonces, no me acuerdo, pero de mi abuelito, de parte de mi papá sí me acuerdo porque él siempre estaba al pendiente de nosotros. Cuando había mucha lluvia en el rancho, venía una agua muy fuerte y nosotros la llamamos arroyo.

Entonces para que pudiera esa agua entrar a la tierra para poder sembrar, mi abuelito tenía que hacer unos desvíos. Nos llevaba a mis hermanos y a mí, y nos decía. ‘A ver. Ándele y vayan a traer las piedras.’ Así que ahí vamos a traer las piedras. Y era tremendito porque decía él, ‘Si traen más piedras, le va a ir mucho mejor —  va a haber algo bueno.’ Nombre pues hazte cuenta que a correr y a traer lo que pudiéramos. Y yo después le pregunto, “¿Cuál es el premio?” Ok, entonces si nos iba a tocar dos taquitos, por haber traído más piedras nos tocaba tres taquitos. Sí eso decía mi abuelito, nos enseñaba con todo. Entonces ese es un ejemplo muy bonito. Ay Diosito, son vivencias muy bonitas que se viven, y también sufrimientos. Hay de todo sufrimientos, como también hay alegrías. Exacto, hay pobreza, también hay riqueza. Sí, mucha riqueza. Porque cuando estás unido y cuando tienes aunque sea un pan que comer, esas son riqueza. Esas son muchas riquezas. Entonces nos enseñaron a querer, a respetar, a valorar la vida, y a echarle pa’lante. También mi abuelita me decía cuando me casé con el papá de mis hijas porque yo me casé en México me decía, ‘Mira si te dice que es azul, pero tú estás viendo que es verde, tú dile que es azul de mientras.’

Y yo le digo, “¿Como que mientras?” Y ella, ‘Sí, de mientras, porque ya después te lo tienes ya bien controlado.’ Ella me enseñaba también eso. Mi abuelita, la del lado de mi papá, cocinaba bien rico. Ella cosía la ropa a sus hijos. Era una mujer bien coqueta. También le gustaba pintarse, areglarse. Era bien fina, una mujer muy elegante. Y mi abuelita de parte de mi mamá fue más sufrida, mi abuelita María. Ella fue más sufrida porque mi abuelito murió antes que ella. Por eso quizás ella era más sufrida. Pero era una mujerona para trabajar y para no echarse para atrás. Era bien fuerte y bien valiente. Entonces está todo eso. Son algunos recuer- dos y ejemplos. Te dejan eso para que tú lo vivas y, sobre todo, para que tú lo lleves en la vida. Que ellos sean un ejemplo para que nosotros seamos ejemplos también. Entonces así fue la vida. Te estoy contando lo bonito. También hay sufrimientos. Hay de todo. Pero pues eso es de la vida cotidiana de la vida.

¿Qué tal fue crecer con sus padres o al igual cuidarlos?

Mi padre y mi madre no trabajaron en una fábrica o en un lugar donde tienen pensión. No,  gracias a Dios, mi padre, como mi abuelo, trabajaba en el rancho. Nos enseñó a pescar lo que se tenía que pescar lo que sea lo que era la temporada. Mi padre era el que se iba con mi abuelito. Él también nos enseñaba, por ejemplo, del higo. Si tú arrancas el higo así a lo loco, le sale una lechita blanca. Si se te cae en la piel, ay padre, agárrate porque es de rascarte horrible- mente. Entonces por eso mi padre me enseñaba como se debe arrancar el higo. Era buen padre, pero también exigía. También, con mi madre, a veces estaba bien, a veces no, pues es normal de un matrimonio, ¿verdad? Y mi mamá bien trabajadora también.

Mi mamá, hasta el día de hoy, pobrecita mi madre. Que Dios me la bendiga, porque hazte cuenta de que mi mamá nunca se cuidó de joven. Ella vivía en el rancho. Ella era feliz. Ella amaba el rancho a pesar de que no fue criada en el rancho. Mi madre fue criada en el pueblo de mi abuela, que era bien diferente al rancho donde se fue a vivir con mi padre. Se casaron, y están casados. Ya tienen sesenta y un años de casados. Entonces, mi mamá era feliz en el rancho. 

Nosotros no teníamos agua en el rancho. No creas que en el rancho vamos a ir a la llavecita. No, no, no, no, no. Teníamos que ir a la noria, un pozo, porque quizás tú no sabes que es noria, pero se le llama un pozo. Hazte cuenta que a sacar el agua y echarlo en dos botes, en dos tinas grandes. Y en esas dos tinas grandes era un palo, y ese palo, las metemos una de un lado y otra del otro, y luego en el cuello nos poníamos como un tipo almohadita y ahí nos las poníamos.

Y órale, a caminar para ir a llevar agua para lavar los trastes, para comer, para todo. Para tomar agua, de todo. Mi mamá nunca se rajó. Nunca se rajó. Al contrario, era bien luchadora. No creas que era un botecito. No, teníamos que ir a cortar la leña y traerla para hacer la comidita, el frito con huevo y los frijolitos en el jarrón.No teníamos luz. Era una lámpara de gas. Entonces esa lámpara de gas era la que nos alumbraba, y a veces había unas lunotas inmensas que era la que nos alumbraba, y el cielo era estrellado completamente estrellado. Y pues eso también nos alumbraba. Y mi mamá ahí todo el tiempo, haciendo de comer, y todo el tiempo estaba yendo a traer el agua. También se tenía que pescar.

Y andábamos; no creas que en carros, no. Nosotros no andábamos en carros. El carro de nosotros era una carretilla. ¿Pero cómo poder decir que era un carretón? Era un carretón que lo poníamos en dos caballos. Esos caballos eran especiales para que le pusieran el carretón. Así nos íbamos. Nos subíamos al carretón. Cortábamos y después poníamos a cocer la fruta para los membrillos, por ejemplo. Cuando preparábamos la cajeta de membrillo, teníamos que ir a otro rancho porque nosotros vivíamos en un rancho bien separado y separado de la otra ranchería. Entonces teníamos que ir en ese carretón, y teníamos que
ir a ciertas horas cuando ya estaba abierto el molino para moler el membrillo. Al siguiente día, poníamos el caso y ahí soltábamos el membrillo ya molido. Le poníamos la sal y todo lo que se tenía que hacer para hacer la cajeta del frío.Mi madre nos enseñó todo eso. Nos enseñó cómo poder cortar y pelar el membrillo porque no había pela papas, solo cuchillitos. Tenías que pelar aquel membrillo sin que le quitaras la carne, solamente la pura cascarita, porque si
se le dejaban la cáscara cuando los mueles, salían pedacitos de la cáscara y ya no se sabía igual.

Por eso teníamos que pelar la cáscara, pero bien, bien finito. Entonces al siguiente día, se ponía el caso y a poner lo que habíamos molido del membrillo, era una quemazón! Pero quemazón porque empezaba a brincar cuando ya empezaba a estar la cajeta de membrillo. Si empezaba a saltar, te quemabas. Pues ni modo; así se aprendía. Esos son los recuerdos del trabajo. Y también mi madre se enojaba, y si no la obedecíamos, ¡olvídate! 

¿Sigue en comunicación con su familia?

¡Oh, sí! Mira, ahorita déjame decirte. Mi madre, que bueno lo que me estás diciendo; ella trabajaba mucho y nunca se cuidó, y ahorita pues ya de viejita a mi madre le han puesto prótesis en las rodillas y en la cadera. Mi madre tiene que andar con walker y muchos achaques que ahora ella vive en su vejez. Pero también la admiro por su fuerza, porque ella es una viejita de casi 90 años, y todavía se puede levantar y hacer su comidita con mi papá. 

Pero la verdad es que es un privilegio poderlos mantener. O sea, no mantener económicamente cien por ciento porque eso sería mentira. Pero sí, si se les tiene que ayudar, se les tiene que ayudar. Mi madre no quiere que se le ponga a nadie. Pero nosotros queremos que una vez o dos veces por semana vaya una persona y les ayude pues a lavar ahí la ropa y todo eso. Y mi mamá dice, ‘No, no.’ Así con el andador, toda dolorida de su cuerpo y de todo. Así anda, llevando la ropa para lavar. Le compramos una lavadora y ahí pone su ropita la viejita. Pero sí, estamos agradecidos, y sí creo que les hemos demostrado el agradecimiento, y sobre todo les hemos demostrado que les estamos regresando muy poquito de lo mucho que ellos nos han dado. 

¿Entonces ellos viven solos?

Sí. 

¿Pero tienen sus otros hijos cerca, o también están acá en los Estados Unidos?

No, todos están allá. Nada más estamos yo y otro hermano que está en el Distrito Federal. Somos cinco en total. Mis otros tres hermanos viven allá. Mi hermana es la que siempre está al pendiente. Mis dos hermanos siempre están al pendiente. Mis cuñadas y mi cuñado también. Es una bendi­ción de verdad, y yo no me canso de darles las gracias a mis cuñados porque mi madre cuando estuvo enferma, a ella se le tenía que poner pañal. Pero ahorita ella se lo pone. La viejita ahora trae su calzoncito de pañal. 

Cuando ella salió de la operación y la recuperación, mis respetos para mis cuñadas y también para mi cuñado me la bañaban a mi viejita y la cambiaban atentamente. Se tuvo que cambiar, limpiar, bañarla, todo eso. Y ellos nunca dijeron que les daba asco o algo; no, todo bien. Yo no podría estar allá todo el tiempo, pero lo que síera lo que yo podía. Si ya completaba para pagar mi renta, mis cuentas y todo—porque yo también soy madre soltera—pues entonces sí ya mandaba un dinerito para que se alivianara. Es solo como te digo. Y mi papá, gracias a Dios, pues ahíestá mi viejito también, que también se necesita para él.Ya se llega a una edad, y a ellos ya no se les puede contradecir en nada. Y a todo se le dice sí. Mis hermanos y yo aprendimos a no corregirlos; a dejarlos que ellos sean, porque antes sufrían. Y nosotros también. Nos peleábamos, y llegamos un momento de decir, “No, a ellos, ya no se les puede cambiar.” Entonces ahora todo, “Sí, está bien. Sí, está bien. Si, está bien.” Entonces ya todo está tranquilo.

¿Usted quisiera quizás regresar para ver los o pasar tiempo con ellos? ¿Sus hijas los han conocido?

Sí, sí. En el 2019, estuvieron allá con ellos; han ido varias veces. Yo he ido, y ellos vinieron mucho por acá. Cada año, ellos venían cuando podían. Ahorita pues no; ya llevan años de no volver para acá. Yo sí los he ido a ver, pero yo no puedo porque vivo al día. Si yo no trabajo, ¿quién trabaja por mí? Pero estoy al pendiente de que si se necesita algo, que si tengo extra, por ejemplo, entonces llamo y digo que me sobró cien dólares. Digo, “Bueno, le voy a mandar esto cien dólares.” Ellos ya no comen mucho. No se necesitan grandes mercados; sino una comida donde ellos tengan calientito algo para comer.

¿Cada cuánto se comunica con ellos?

¡Todo el tiempo! Una o dos veces a la semana

¿Cómo le gustaría a usted ser cuidada, ya sea por sus hijas o en general, en el futuro?

Ay que pregunta tan fuerte. Aquí en los Estados Unidos, es bien diferente. La realidad es que yo nada más le pido a Dios que yo no quiero estar con mis hijas en sus casas. Que ni Dios me lo permita. No, es cansado, y yo no voy a ser un estorbo. Yo prefiero, como hacen aquí en los Estados Unidos, que me pongan en un asilo de ancianos. Que la realidad no me gustaría, pero si no hay otra, pues está bien. Pero, ¿yo irme a vivir con ellas? No, no, no quiero. No quiero ser estorbo. Yo sé que no soy estorbo para ellas, pero no sé.Digo yo, no, no, no, mejor así.

En el edificio dónde yo vivo, desafortunadamente, hay una señora ya de 80 años. Por eso me da miedo también de eso, porque a esa edad, pensamos que todavía la hace. ¡Ay, viejita! Barbarita se levantó a las 6 de la mañana y se fue ala lavandería de ahí del edificio. Se puso a lavar su ropita. Había un tipo de escalerita, un banquito para subirse porque las secadoras están altas. La viejita no podía alcanzarlas.Se subió al banquito. Empezó a sentirse mareada, y vino hasta abajo. Entonces, ahorita, desafortunadamente, le tuvieron que poner clavos. Y ella me habla y me dice, ‘Silvia, ¿sabes qué? Yo no quiero que me pongan en un convaleciente. Yo quiero quedarme en el apartamento donde estoy.’ Y le dije, “Pues, sí, está bien.” Pero pues ahí nada más. Ella también tiene dos hijas, y lo que ella está queriendo es que la cuiden. Entonces también me gustaría. Si viviera en un departamento y que alguien te cuide mejor. Y si no se puede, pues entonces en un asilo de ancianos.

No quiero vivir así con los hijos, con la familia. No, no, no, y eso también me lo enseñaron mis padres. Mi mamá, hermanos le dijeron, ‘Mamá, te tenemos un cuarto en el estudio,’ y ella dijo, ‘No, yo no, yo no me voy con ustedes.’ Así que por eso te digo: es lo que yo pienso. Si Dios me da vida para entonces, no sé cuántos años me va a dar Dios, pero sí me gustaría ser mejor independiente.

En la última entrevista que tuvimos, mencionó que quisiera quedarse en los Estados Unidos, ya que lo considera más como un hogar que vivir en México. ¿Eso también aplica ya a su edad mayor?

Sí, completamente. Cien por ciento. Me quiero quedar aquí porque ya tengo más años aquí que allá. La realidad no sé. No me podría encontrar otra vez allá. Aunque no lo creas, mira, uno dice, Ay, yo no podría. O sea, sí, sepuede. En mi pensamiento, yo quiero quedarme aquí. Pero en el futuro, no sé donde voy a quedarme. No sabemos. Mira, muchas personas ahorita con la pandemia eran personas que vivían aquí en el edificio y decían, ‘No, yo ya compré, mire esto, Silvia, tiene que comprarlo, mira,’ e iban pagándolo de a poquito. Y mira, ahorita, con la pandemia, murieron. ¿Y qué vino pasando? Los calcinaron. O sea, los incineraron porque no se podían enterrar así nomás. Entonces la verdad es que el futuro es incierto. Nadie lo sabe. Así que es mejor estar agradecida y ser feliz. Y el futuro—pues, Dios lo tiene en sus manos, pero de que si me gustaría quedarme aquí, sí, y si no, pues entonces en México está bien.

¿Le gustaría compartir algo más antes de concluir?

No. Pues, no sé si estuvo bien esta entrevista. No sé si lo que he estado platicando ha sido interesante.

¡Claro que sí! Es muy agradable escucharla y platicar, especialmente de los que ya no están con nosotros presencialmente, pero en memoria sí. Me da mucho gusto que pudo compartir eso conmigo. Se lo agradezco mucho.

De nada. Te dije lo bonito, pero siempre hay cosas también tristes. Pero lo importante es decir lo que aprendimos de nuestros antepasados. Claro, eso es lo más importante. Así que eso es lo que te pude contar; eso es lo que he vivido y lo que me he acordado de lo que he vivido con mis abuelitos, tanto de mi madre como de padre.